lunes, 28 de diciembre de 2015

Felicidades.

Felicidades, bala perdida,
porque tú me has escrito
sin haber cogido un bolígrafo
para escribir poesía
jamás.

Felicidades,
a ti que enseñas que
los naufragios solo merecen la pena
con aquellas personas
que nosotros creemos que la merecen
-y, a veces, no hay más ciego
que el que no quiere ver-.

Tú,
que has querido beber
sediento de deseo
de la boca de la primera que
ha brillado en tus ojos por unos instantes,
que bailaba sobre sus zapatos
con esas piernas que parecían infinitas
mientras la canción se hacía demasiado corta,
esa mujer que te ha sonreído un poco más
de lo que debería.
Pobre,
pagará el infierno el resto de sus noches
por una sola recorriendo el paraíso
de tus labios.

Felicidades,
sí, felicidades a ti
que has sabido hacer de las noches
un eco insoportable
de lo que dejamos sin hacer
pese a quererlo más que nada.

Tú que me has enseñado
a ver la derrota
en los ojos de cualquiera
que se haya destrozado la vida
con los tuyos.

Felicidades,
esta vez
el mérito es tuyo.

miércoles, 21 de octubre de 2015

Al infierno personal de tu tuétano.

He pedido tan poco
que lo poco que pido ahora
es poder beber a morro la cerveza
de tus labios.
He perdido tanto
que cualquiera me trataría de náufraga
en tus pecas
y de superviviente
en tus ojeras.
Y si yo fuese,
jugaría a ser gato
y te arañaría la tristeza que provocan
los domingos y tomar café sólo.
Te curaría de las mordeduras
de otras fieras salvajes
que te quisieron arrancar la piel
a través del alma.
Para entonces te cogería de la mano
arriesgando
(o salvando, según se mire)
cada latido
saltándonos semáforos en rojos.


Deberías saber que habría parado
con la yema de los dedos
una tercera guerra mundial en tu espalda.
Habría sido de vértigo darte un beso
y habría bailado en tus pestañas
hasta quedarme dormida.
Habría afilado las uñas
para agarrarme bien
al precipicio de tus caderas
y me habría quedado
a ver la vida pasar
en el infierno personal de tu tuétano.


No son mariposas,
son fuegos artificiales
acariciando su brillo
entre tus manos.
Y dos bolas del mundo
incrustadas en tus ojos
que me llevan a cualquier lugar
con sólo soñarte.

martes, 1 de septiembre de 2015

Risto Mejide.

Lo poco que sé de la vida está en los libros que nunca leo. Lo poco que sé de la vida está en las líneas que no escribí. Lo poco que sé de la vida se cuenta tomando un café, se entiende tomando una copa y se olvida tomando dos.
Que nadie se me emocione ni albergue falsas esperanzas, porque con lo poco que sé de la vida, a duras penas se llena un corazón, por pequeño que sea. 

Empiezo por lo que sé con toda seguridad. Sé que, con suerte, te vas a morir una vez. Así que procura no morirte más veces por el camino. No hay nada peor que esa gente que se va muriendo antes de morirse del todo. Para evitarlo, te regalo un método infalible. Ten siempre más proyectos que recuerdos, es la única forma que conozco de mantenerse joven. Olvídate de la patraña esa de ser feliz, yate puedes dar con un canto en los dientes si llegas a ser el único dueño de tus propias expectativas.

Que un euro se ahorra, y un polvo se pierde. Para siempre. Que hay que dedicarse a algo de lo que jamás te quieras jubilar. Por mucho que te cueste pagar las facturas. Por mucho que en las reuniones de antiguos alumnos te miren mal. Es mejor dedicarse toda una vida a algo que te divierte pese a no llegar a fin de mes, que pasarte un solo día trabajando únicamente por dinero.

Entre lo poco que sé de la vida, también te diré que nada de todo esto vale la pena sin alguien que te haga ser incoherente. Ni flores, ni velas, ni luz de luna. Ése es el verdadero romanticismo. Alguien que llegue, te empuje a hacer cosas de las que jamás te creíste capaz y que arrase de un plumazo con tus principios, tus valores, tus yo nunca, tus yo qué va.

Ojalá ames mucho y muy bueno, incluso a riesgo de ser correspondido. Que te despojen de todo, que hagan jirones de tus ganas y que te veas obligado a remendarlas con el hilo de cualquier otra ilusión. Que desees y seas deseado, que se frustren todas tus esperanzas y que acabes descubriendo que la única forma de recobrar el primer amor, que es el propio, es en brazos ajenos. Dos emociones inútiles asociadas al pasado, arrepentimiento y culpa, y una emoción inútil asociada al futuro, la preocupación. Cuanto antes de desprendas de las tres, antes empezarás a apreciar lo único que tienes.

¿Qué más? Ah sí. Sé que al menos un amigo te va a traicionar, otro será traicionado por ti, y que te pongas como te pongas, los que no hayas hecho antes de los 30, ya jamás pasarán de buenos conocidos. Cuenta sólo con los tres principales, porque a partir de ahí, todo es mentira.

Para terminar, y hablando del tema, déjame que te presente a tu mejor enemigo. Se llama miedo. Quédate con su cara, porque va a estar jodiéndote de ahora en adelante. Miedo al fracaso. Miedo al qué dirán. Miedo a perder lo que tienes. Miedo a conseguirlo. Miedo a saber poco de la vida. Miedo a tener razón.

sábado, 11 de julio de 2015

Benjamín Griss.

"Pero un día alguien va a aguantarse la mirada al ver tus defectos, esos que intentas ocultar con maquillaje y sonrisa, y le gustarán. Tanto que se quedará.
Se quedará a ver cómo anocheces y cómo nacen las estrellas cuando tú bailas con tantísimos golpes en el pecho y tantas despedidas en ese reloj de arena que no supo detenerse cuando deseaste con las mismas fuerzas de alguien que había vivido su primer momento de felicidad.

Viene y te invita a pizza.
Toma cerveza mientras te acomoda el pelo en tu oreja.
Y sonríe.
Y le brillan los dientes.
Te mete la mano en ese desorden de vida, pero todo termina mal, porque, de pronto, comienzas a necesitarle con urgencia y a querer saber más de su vida.
De golpe, así fue que entró.
Te caló como la mejor tormenta que jamás te lloverá.

Es invierno,
llueve,
hace frío
y las manos heladas.
Entonces se abrazan como si fuesen uno solo.

Y se acerca a ti, te acaricia la mejilla y te dice que, por mucha seguridad que te transmita, se siente el chico más inestable de un mundo paralelo.

Está triste porque por las noches trata la manera posible de encontrar todas las partes de él que le fueron arrebatadas en el día.

Y él, sin saberlo, es magia.
Y tú, sin saberlo, eres poesía.

Y la magia con la poesía van de la mano."

domingo, 28 de junio de 2015

Elvira Sastre.

“Nos dijimos tantas veces adiós
que despedirnos
significaba reinventar un reencuentro.
Era un precipicio con vistas al mar,
y yo me hice adicto a las alturas
desde que la contemplé precipitarse sobre mí
desde el punto más alto de un sueño.
Era una espalda magullada
que desprendía felicidad al desplegarse,
quizá por eso me adherí a ella:
era ese punto exacto de felicidad
que tiene la tristeza
y que nunca se encuentra.

Pero, entonces, ella.

La última primera vez que la vi
estaba de espaldas
-cómo no,
ella siempre por delante del mundo-,
y me tembló cada huella.
Se giró
y con ella mis palabras,
y nos abrazamos,
como se abraza un niño al peluche
que le salva cada noche de las pesadillas,
como se abraza un cuerpo llovido y frío
a otro que le espera lleno de mantas,
como se abraza al futuro quien ha perdido demasiado
a cambio de un poco,
como se abrazan dos almas cansadas
que solo necesitan que sus huesos choquen.

Estaba tan guapa,
tan guapa como la primera vez,
tan guapa como los finales tristes
que terminan con un beso,
como esas tormentas que te ahogan
si no te mojan,
tan guapa
como esas mujeres que
-por fortuna o por desgracia-
son para toda la vida.

Sueño tanto con ella
que verla es como seguir dormido.

Ella caminaba
y decía que los ayeres
nunca podrían convertirse en mañanas;
que cuando el reloj se rompe
de nada sirve darle cuerda;
que hay flores que duran un verano
porque la vida es así,
y de nada vale ahogarles en agua
si ya es invierno.

Yo la escuchaba
como se escuchan algunas canciones:
leyéndola.
Verbalizaba todos mis motivos
en cada sorbo de café
-a veces se ausentaba
y era entonces
cuando yo le deslizaba mis razones
sobre la mesa-.
Fue uno de esos momentos
en los que las palabras sobran.
Me explico:
cuando sabes el final de una película
y aún así vuelves a verla,
es cuando te fijas en los detalles que guarda.
Y yo solo quería mirarla,
una última primera vez más.
Porque,
pese a todo,
sonreía.

Sonreía taladrando mi mirada
con sus ojos tristes.

Y así hasta su adiós me parecía bonito.

Después,
devoramos cada migaja que dejamos
para no poder encontrar
el camino de vuelta a nosotros.
Pero, en medio del banquete,
le acaricié el pelo
y fue como tocar una nube:
nos caló los huesos.

La vi lloverse por dentro,
deshacerse hundida en mi hombro,
alcanzar mis latidos,
abandonar por un momento el camino
mirando mis ojos mirando su boca,
suplicarme que (no) la dejara ir,
respirarme el cuello
para coger aire,
estrecharme
como si aferrándonos así
pudiéramos salvarnos,
rendirse
de rodillas
ante todos los amores que no pueden ser
y sacrificarse
durante un instante
por ellos.

Estaba más bonita, más desnuda y más lluvia que nunca.

Cómo no iba a besarla.
Cómo no iba a deshacerme de todos los salvavidas
en su boca de agua
una última primera vez.

Al abrir los ojos
vislumbré su espalda vestida sin mis manos
-como la primera vez-
alejándose de otra vida,
zigzagueando entre su presente y mi futuro,
recogiendo flores arrancadas
para recordarse que no podríamos
volver a querernos,
con nuestra saliva aun latiendo en el corazón
y el silencio gritando
en su boca ya cerrada.

Hay cosas que no pueden terminarse
porque nunca han comenzado.”

viernes, 26 de junio de 2015

A, b, c, d, ..., z.

A todos nos gustaría ser
en algún momento de nuestra vida
el plan a de alguien
y no dejar de ser planes
hasta llegar a la z.

A todos se nos llenan las ganas
de ser la salida de emergencia
de quien más quiere.

Y ya te digo yo
que eso de buscar y no encontrar
lo hacemos muy de puta madre.
Nos coloreamos los espacios en blanco,
nos desinfectamos la herida con alcohol,
nos perdemos en ciertas bocas
que les daría igual perdernos.

A todos nos gustaría que
en el segundo justo antes de
abandonarlo todo
llegase alguien a decirnos que
no lo abandonemos a él.
Y que broten las dudas.

Igual que todos queremos ser
sal de la que cura
en las heridas de los que queremos.
Ser suspiro
en los labios por quien suspiramos.
Ser susurro
en el corazón que nos hace latir.
O simplemente ser aire puro
en una bocanada de aire
de quien se ha quedado sin saber
todo lo bonito que podríamos haber hecho por él.

Claro que a todos nos duele algo
(y quien dice algo, dice alguien).
Claro que todos tenemos remordimientos
y nos pesa el mundo alguna vez más que otra.
Y que nadie se libra de las cadenas
que arrastran los fantasmas del pasado.
Ni tampoco del perro que querrías compartir,
la casa que desearías saborear,
ni los lugares que anhelarías visitar.

Los imposibles también existen...
No deberíamos olvidarlo nunca
para no chocar más de la cuenta
con una mirada que jamás vamos a desarmar.


viernes, 12 de junio de 2015

Fiera.

'Me buscarás en el infierno
porque soy igual que tú.'

De los que cosen del revés
y te apuñalan por delante.
Has ido dejando rastro
de cada uno de los crímenes
cometidos en tu nombre
y no te has desecho
de los restos de aquellas
almas fugaces
que a tu lado se creyeron
inmortales.

Te has largado
como el que ya no tiene
-o no quiere tener-
nada que ver con el tema.
Y, claro, así cualquiera.

Te he idealizado
sin saber que al final del día
ambos éramos igual de humanos
e igual de animales.
Que a los dos nos han crecido
raíces en las manos
y nos han brotado fuentes
de los ojos.
Que tanto tú como yo
hemos estado a nada de ser
-y en tu caso has acabado
siendo el valiente-.

Me has obviado
mientras yo te he buscado,
pero nunca encontrado.
Y los dos nos hemos arrojado
serpientes ardiendo
a la boca
para sentirnos mejor
cara a cara,
pero mucho más miserables
a las espaldas.

Perro ladrador,
te habría mordido los lunares
y habríamos jugado
a ver quién es más fiera.

Siempre te has visto
demasiado cobarde
para quererme.
Siempre al otro lado
de la baraja de cartas,
de la cama,
de la mala suerte.
Siempre regalando
amor por doquier
a quien sólo ha sido ruido.
Y la calma nos la hemos comido.

Ahora explícame
qué cojones hacemos
con tanta huida,
con tanto darnos de lado,
con habernos querido
de maneras diferentes.
Cómo se repone
lo que ya no se tiene.


Sé que no me vas a buscar
en otros bares
y también sé
que yo sí lo haré,
que no te librarás
y que no me libraré.

Parafrasear sobre
un futuro incierto
con cenizas de otros
después de un polvo.
Y tú regalándote
a todas esas
que nunca te han querido
más que para que las quisieras
y no para que
te quisieras tú también.
Que no saben o no quieren.
Que no sabes o no quieres.
Y yo sí sé pero ya no quiero.

miércoles, 10 de junio de 2015



'...podrá hacer tu vida un poco menos gris,
 pero nunca sabrá hacerte reír a cielo despejado.'

6.

No hay más ciego que el que no quiere ver
y, desde luego,
yo contigo me arranqué los ojos desde el principio.

Que no es que no quiera abrir la ventana,
es que tú me enseñaste a cerrar la puerta con pestillo
y a no mirar debajo de la cama
(porque ya te tenía a ti encima de ella).
Ahora así cualquiera se vuelve a enfrentar
a los monstruos y a los fantasmas
sin tus manos en mis caderas.

Mañana será otro día, lo sé.
Otra vez tendrá 6 letras,
pero nunca más serán las de tu nombre
(o eso creo).

He cambiado todas las cartas que nunca me escribiste
por un bono que dice:
de los besos a los versos hay un paso de indiferencia.
Creo que nos han reconocido.

En otros atarcederes he llegado a la conclusión
de que la clave se esconde en saber buscar bien
y dejar de toparse con aquello
que no merece la pena
o que más bien
no nos merece a nosotros.
Así que...
supongo que me voy
y esta vez de verdad,
aunque me duela(s).

sábado, 6 de junio de 2015

Existen lugares con tanta magia que no les queda más remedio que ser especiales.
Lo mismo pasa con algunas personas.

martes, 26 de mayo de 2015

La vida está para querer.
Y para quererse.

Vendaval en la zona sur.

Nunca nadie me había mirado así.
Me has desecho
con sólo besarme los párpados.

He huido en dirección contraria,
he negado lo evidente,
he lucido triunfadora,
me he dicho que soy feliz.
Pero qué va,
no funciona.

Diría que me has acariciado el alma,
pero sería aceptar la cicatriz
y permitir la derrota.

Tus manos en mi espalda,
la columna arqueada,
el escalofrío en cada célula propia,
la vida en un roce.

Desastre de lunes.
Se parece a mí.
Ven a salvarme.
Hazme temblar esta noche.

Sin ser gato me has arañado las costuras,
sin ser vicio me has hecho adicta,
sin ser ilegal me has arrancado de lo establecido.
y sin ser revólver me has disparado.

Musa caída en el valle.
Cualquiera diría que ibas a escogerme a mí.
Y tú quieres coserme las heridas
a mí, que no tengo remedio.


Nunca nadie me había mirado así
y a lo mejor de ahí proviene mi miedo.
Nunca nadie me había querido besar la vida
sin deshacerme el poco amor propio que me queda.

A ti que eres vendaval en la zona sur,
a ti huracán enardecido
buscando el equilibrio entre las noches,
que digo yo que no te pierdas:
aquí estoy yo
-y digo yo que no me pierdas-.




lunes, 11 de mayo de 2015

Un placer disparar.

Ha pasado poco más de un mes y sigues deambulando por las calles de su mano.
Han pasado días interminables donde tu ausencia ha latido estrepitosamente, dejándose caer sobre mi fortaleza, la misma que construí con mis manos para no dejarle paso a la guerra que habías construido tú sólo con el rencor que otros te habían enseñado a ganar.
Dónde se habrán quedado todas las ganas de hacer las paces contigo, porque ya no me importa vivir en una guerra interminable- siempre y cuando no sea con tu recuerdo-.
Fuiste el cielo entero en mis manos- con sus nubes, su sol y la felicidad de sus pájaros a primera hora del día- y ahora sólo eres un pedacito de tierra mojada. De lo que eras ya no quedan más que escombros y un poco de barro.

Después de todo, puedes gritar todo lo que quieras porque yo ya no te escucho -ni tengo tiempo para hacerlo-.
Se acabaron las noches en vela tratando de averiguar la manera de coser tus alas para que al día siguiente pudieses volar como si nada te hubiese atropellado la vida. Tú eras el que me la atropellaba a mí.
Se ha acabado la magia y han empezado los conjuros de malas miradas y  los trucos de cómo esquivarnos en todas las esquinas. Ya no sale un conejo de la chistera porque lo has cambiado por un cuervo negro que sería capaz de arrancarme los ojos si me atreviese a mirar los tuyos. Yo he transformado la varita en un bolígrafo para dejar de rasgarme las heridas cuando escuecen y escribir.

La próxima granada en tu cuenta, por favor.
La próxima salida de emergencia en mi cuenta, por favor.

Cuando haya que disparar, ya me pongo yo detrás del gatillo. Y no te preocupes, esta vez no me va a temblar el pulso. Olvidar es disparar la primera bala. Disparar es dejar ir los abrazos que un día te hicieron olvidar otras balas.

Nos olvidamos y disparo.
Mucho gusto.


sábado, 9 de mayo de 2015

miércoles, 18 de febrero de 2015

Existen tantos tipos de personas que ya no dudo de si existes tú.

Existen personas que guardan en los labios ruinas de otros que les dejaron por si un día, de tanto esperar, se rompían en los suyos. Existen personas que esconden naufragios en las manos y tormentas torrenciales en los ojos y, sin darte cuenta, también pueden quitarte la sed. Existen otras que juegan con sus dedos en tus caderas cual equilibrista posado en el más bonito abismo que se ha topado en la vida. De cuando en cuando, otras saben cómo enseñarte a perder el norte en su espalda y el tiempo en el interior de su pecho. Y luego las que sonríen, empiezas a conocer el vértigo y te llenan el vacío.

(Siempre he sabido que tú podrías ser cualquiera de todas ellas y todas a la vez.)

Existen personas que escriben y te roban los miedos a modo suspiro. Otras tantas que te abrazan como queriéndote arreglar la vida, sin querer queriendo. Existen personas que llevan enredados los sueños en el pelo y que podrían enredarte la vida también. Están las que te invitan a un cubata sin la intención más que de conocerte superficialmente y las que te dan su cerveza con la intención de que te quedes otro rato más. Existen personas que darían tu vida por vivir más ellos y, en cambio, los que darían su vida porque tú aprendieses a vivir de verdad (con todas sus consecuencias). Las personas que hablan y ya no sabes cómo dejar de escucharles. Existen personas expertas en romper corazones e ilusiones y también las que rompen todos los esquemas y principios establecidos para no volver a caer- pero caes y sabes que es bien bonita este tipo de caída-.

(Luego vienes tú y sólo sabes doler, de ese dolor que es bonito pero al final es dolor.)

Existen personas dispuestas a cambiar el mundo sentadas en su sofá viendo programas basura y otras tantas que no tienen intención de cambiarlo pero van regalando sonrisas a diestro y siniestro por la calle y lo cambian un poquito a mejor. Existen personas que llegan a ti con la intención de dejar de llamarte "perfección" para llamarte felicidad. Estoy segura de que existen miles de personas que podrían hacer de tu caos un orden excepcional y que seguirían prefiriendo el caos en el que te sumes. Existen personas desastre que, sólo con llegar, te arreglan las alas.

(Yo nunca he arreglado nada y siempre he sido un desastre. Y luego estás tú, un caos inordenable -o quizá inolvidable, sigo sin tener certeza-.)

Existen tantas personas que saben irradiar magia y que al no saberlo la guardan que las personas que carecen de sentido viven por y para apagársela. Jamás permitas que te apaguen la magia, compañero/a.

martes, 17 de febrero de 2015

@Defreds

Ese maldito punto en el que ya ni siquiera pides que te quieran. Te conformarías con ser capaz de olvidar.
Para olvidar hay que estar dispuesto a llenar la maleta, a cerrar la puerta y a irse firmemente sin mirar de reojo a todo eso que dejamos atrás.

A veces olvidamos que olvidar a alguien no es tomarse cuatro cubatas y perderse en los labios de otras personas para no encontrarse a sí mismo. Para ello también hay que aprender a dejar de perderse y empezar a encontrarse a sí mismo.
También tenemos la estúpida manía de cerrar de golpe la puerta cuando todo nos duele más de la cuenta. Olvidamos que cerrar de golpe puede provocar que la puerta quede abierta y un mínimo abierto es una posible vuelta al lugar donde no quieres volver- o al que no necesitas o no deberías volver-. Por eso regresamos. Por eso olvidar es coger la sonrisa, los recuerdos y el corazón, avanzar de puntillas sin hacer ruido y cerrar con cuidado, asegurándote de que la has dejado bien cerrada -y no entornada por un 'por si acaso'-, sin posibilidad de volver.

Puede ser que olvidar también se parezca a hacerle caso a tu madre y dejar de andar por ahí descalzo. Ponerse los zapatos y dejar de pisar el dolor esparcido por el suelo que se clava en las plantas de los pies, envenenando. O sea más parecido a eso que una vez escuché en una película sobre que debemos dejar de caminar de puntillas como si aquellas personas que hemos querido y se han ido fuesen a volver. No van a volver. Podría ser si acaso que nosotros tuviésemos que ponernos el alto enfrente y dejar de regresar a los lugares que nos hicieron felices y que ya no podrán hacerlo de nuevo. Tal vez esa otra carta que escribes sin remitente ni destinatario porque el valor se te escapa de las manos y es mejor así.

Olvidar es mudarte de piso y darte cuenta de que hogar no siempre son todos aquellos que queremos, que la 'casa' del pilla-pilla no siempre te puede salvar la vida, que el tiempo no cura nada por su propia cuenta, que el que la sigue no siempre la consigue y que a la tercera no siempre va la vencida. Olvidar es entender de sobra y saber de menos. Son todos esos discos de vinilo rallados que permanecen apilados en cajas porque su dueño ya no sabe qué hacer con tantos recuerdos pero tampoco es capaz de deshacerse de ellos.
Olvidar quizá sea no recordar cómo sonreír ante lo que un día no nos dejaba recordar cómo se dejaba de hacerlo. Poner flores y adornar tu propio jardín sin esperar que nadie más lo haga. No es dejarse la piel algunas noches en desconocidos que no vamos a permitir que nos conozcan nunca y tampoco es cerrar los ojos a las circunstancias. Puede que sí sea dejarse desangrar un poco, pero sólo lo justo y necesario para curarse las heridas.
Olvidar es un cajón lleno de fotografías revueltas ya carentes de magia y sentido.
Olvidar es cogerse de la propia mano, agarrarse a sí mismo, aferrarse, abrir los ojos y emprender la ida incluso sin una firme declaración de despedida.

sábado, 7 de febrero de 2015

Inviernos o tentaciones.

También sé que hay inviernos que disfrazan tentaciones y tentaciones que disfrazan inviernos. Y, al final del día, cada una deja sensaciones distintas. Una ganas de huir y otra ganas de correr. Y cuando digo correr, hablo de saltarnos semáforos en rojo con los ojos en verde y el corazón en ámbar (como una eterna primavera). Por eso siempre voy a preferir los inviernos que tienen mala cara, los inviernos fatales que acaban siendo un mero disfraz.

viernes, 6 de febrero de 2015

La casa por el tejado, Fito y Fitipaldis.

Ahora sí, parece que ya empiezo a entender.
Las cosas importantes aquí
son las que están detrás de la piel
y todo lo demás
empieza donde acaban mis pies.
Después de mucho tiempo aprendí
que hay cosas que mejor no aprender.

El colegio poco me enseñó.
Si es por esos libros nunca aprendo
a coger el cielo con las manos,
a reír y a llorar lo que te canto,
a coser mi alma rota,
a perder el miedo a quedar como un idiota
y a empezar la casa por el tejado,
a poder dormir cuando tú no estás a mi lado.


Ya no sé si el mundo está al revés
o soy yo el que está cabeza abajo.

miércoles, 4 de febrero de 2015

Hay magia sin trucos
y
trucos sin magia.
Y encontrar a gente que es magia (sin necesidad de trucos) es la clave de la vida.

@felina__ana

'Se puede ser la chica de la barra y la de la biblioteca, leer mucho e ir al gimnasio,romper corazones y tenerlo roto. No os liéis. Se puede.'

lunes, 2 de febrero de 2015

Suerte, compañera.

Si todo acaba siendo cuestión de suerte, tengo un problema. Y es que la suerte nunca ha sido mi punto fuerte y tampoco ha pretendido ser mi compañera.

La suerte se parece un poco a todas esas cosas que dejamos sin decir. Todas esas palabras arrinconadas en una esquina de nuestros miedos, estratégicamente posicionadas, que dejamos para mañana porque para nosotros siempre hay tiempo para seguir viviendo. El verbo vivir lo tenemos tan asociado al futuro que a veces no nos permitimos vivir hoy, en el presente. Quizá eso nos pasa con la suerte, siempre andamos esperando un golpe de ella y, como buenos masoquistas que somos, todavía no escarmentamos de los golpes de la vida.

A lo mejor- y sólo a lo mejor-, la suerte se ha cansado de que todos estemos esperando que nos persiga y choque con nosotros. A lo mejor- y sólo a lo mejor-, ella es la que necesita que alguien se choque con ella, le diga que todo va a ir bien y que, además, le coja de la mano y se lo enseñe.

La suerte es sólo una mujer con labios carmín, una mujer a la que le duelen los pies por ir en tacones para disimular que le tiemblan las piernas. La suerte es esa mujer que se siente llena de miedos pero aún así sigue dando la cara cada vez que las cosas se tuercen y todo duele un poco más.

La suerte es esa mujer que todos quieren ver a su lado pero que a veces ninguno se molesta en mirar. Esa mujer culpable de no estar a la altura de las expectativas de los demás porque para ellos nunca es suficiente.

La suerte es la mujer que vosotros queráis que sea. Y qué más da.

miércoles, 28 de enero de 2015

Entendí que los sitios más bonitos son aquellas personas a las que volverías millones de veces.

martes, 27 de enero de 2015

Llegaste y yo sé que dejé de buscar explicaciones.
Para entonces yo ya tenía una lista innumerable de fracasos que se acumulaban a los pies de mi cama y me estremecían cuando la herida se abría un poco más de la cuenta.
La cuenta es lo que yo quise perder en tu boca  pero nunca tuve valor y ahora el valor me sigue faltando para empezar a caminar sin que tú seas camino.

Pero llegaste y esa fue una de las mejores noticias.
Ahora no estoy segura de que las buenas noticias sigan siendo siempre tan buenas como al principio. No sé si el miedo nos deja estar por una noche sin que él esté incrustado en cada poro. Qué será mañana de mí. Qué será esta noche de ti. Qué será esta vida de nosotros.

Escalé montañas que hubiera preferido cambiar por tu columna vertebral y atravesé infiernos que nunca podrán compararse contigo. El infierno quizá te siga quedando grande y el paraíso en su justa medida.

Y llegaste con las manos llenas de vacíos que nunca me dejaste curar.
Sonreíste como quien sonríe sin pretender hacerlo y volcar corazones a diestro y siniestro, pero lo hacías. Conmigo lo hacías. Y qué bien lo hacías.

lunes, 12 de enero de 2015

Consecuencias.

Me enseñaron que
hay que dejar salir lo que sientes
y dejar de medir las consecuencias
por un momento.
El verdadero error fue
medir todas tus consecuencias
antes de lo previsto.
Estrellarme.

El amor está lleno
de debilidad.
Y, de cuando en cuando,
la vida abre una ventana
y se deja asomar por él.
Por eso también está lleno
de vida,
pero por dentro
-en las entrañas-.

Por eso acabo perdiendo los trenes,
por esperar al único
que nunca se ha molestado
en revisar cuántos pedazos
quedan en esta parada.
Porque caminar siempre sale menos rentable
que correr y dejarse los miedos
en cualquier semáforo en rojo.

Morimos de grandes esperanzas,
que no nos confundan.
La esperanza también desgarra,
también aplasta.
De qué sirve retener
el oxígeno para después
si no queda esperanza.

Por eso,
que nada te frene la caída,
que no se te agoten los precipicios
y que la felicidad derrape
por tu sonrisa.
Que sea justo ese chupito
de tequila
el que te saque a bailar
y no lo sea
tus ganas de que te vea. 

Además, por eso de que dicen
que de algo hay que morirse,
que sea de vivir demasiado
y de hacerlo bien.
Y no de quemarte en unos ojos
que todos acaban llamando infierno.

Una noche
las ganas y los miedos
van a dejar de arder en la garganta
y en el estómago. 
Van a acabar
en las manos de alguien
que no sabe cómo 
susurrarte entre paréntesis
y vibrar sin comillas. 

Las palabras dejarán 
de romperse en los dientes 
de quien quiso y no pudo.

Alguien siempre tiene que dar
el golpe final. 
Y sí,
esta vez
con todas sus consecuencias. 


jueves, 8 de enero de 2015

@defreds

'Al final asumes que tú darías todo por alguien que no te da nada más que migajas sueltas. Y te marchas para siempre a ir tirando como puedas.'

Trece tréboles.

Llevo la vida colgando de un hilo
desde que me miraste con los ojos
de un ex-suicida huyendo de un puente.
Llevo las horas atadas al cuello como una soga
asfixiándome a cada paso
mientras las confundo con tus idas y venidas.
También llevo una libreta destrozada
llena de revoluciones- mis revoluciones-
y, sin quererlo,
casi todas hablan de ti
sin ser tuyas.
Tengo una maleta vacía
de objetos que se pueden tocar
con las manos
y llena de recuerdos
que se escapan de las mías.
Llevo los sueños a cuestas,
pretendiendo ser equilibrio
entre dormir sin ti y soñar contigo.

Sin atentar mucho contra la suerte
he tejido unos cuantos tréboles de dos hojas,
por eso de que dicen que
dos tréboles de dos hojas forman uno de cuatro.
Pero he tejido trece,
para que veas que no da mala suerte
ser el número trece
y que, por tener sólo dos hojas
-siendo trébol-,
no vas a sentir más la soledad.

La soledad también sabe abrigar,
justo como tú nunca has sabido abrigarme.

miércoles, 7 de enero de 2015

El problema comienza cuando,
un día sin querer,
te empieza a dar igual que se detenga la primavera.
Algo como: ya tendré suficiente tiempo
para pensar en ello más adelante.
La guerra acaba con la primavera
y el 'más adelante' está a la vuelta de la esquina.
Y, que no empiece la primavera,
no quiere decir
que estemos pisando otra época del año.
A veces significa que,
un día sin querer,
empezamos a marchitarnos
y no sabemos cómo parar.