martes, 17 de febrero de 2015

Para olvidar hay que estar dispuesto a llenar la maleta, a cerrar la puerta y a irse firmemente sin mirar de reojo a todo eso que dejamos atrás.

A veces olvidamos que olvidar a alguien no es tomarse cuatro cubatas y perderse en los labios de otras personas para no encontrarse a sí mismo. Para ello también hay que aprender a dejar de perderse y empezar a encontrarse a sí mismo.
También tenemos la estúpida manía de cerrar de golpe la puerta cuando todo nos duele más de la cuenta. Olvidamos que cerrar de golpe puede provocar que la puerta quede abierta y un mínimo abierto es una posible vuelta al lugar donde no quieres volver- o al que no necesitas o no deberías volver-. Por eso regresamos. Por eso olvidar es coger la sonrisa, los recuerdos y el corazón, avanzar de puntillas sin hacer ruido y cerrar con cuidado, asegurándote de que la has dejado bien cerrada -y no entornada por un 'por si acaso'-, sin posibilidad de volver.

Puede ser que olvidar también se parezca a hacerle caso a tu madre y dejar de andar por ahí descalzo. Ponerse los zapatos y dejar de pisar el dolor esparcido por el suelo que se clava en las plantas de los pies, envenenando. O sea más parecido a eso que una vez escuché en una película sobre que debemos dejar de caminar de puntillas como si aquellas personas que hemos querido y se han ido fuesen a volver. No van a volver. Podría ser si acaso que nosotros tuviésemos que ponernos el alto enfrente y dejar de regresar a los lugares que nos hicieron felices y que ya no podrán hacerlo de nuevo. Tal vez esa otra carta que escribes sin remitente ni destinatario porque el valor se te escapa de las manos y es mejor así.

Olvidar es mudarte de piso y darte cuenta de que hogar no siempre son todos aquellos que queremos, que la 'casa' del pilla-pilla no siempre te puede salvar la vida, que el tiempo no cura nada por su propia cuenta, que el que la sigue no siempre la consigue y que a la tercera no siempre va la vencida. Olvidar es entender de sobra y saber de menos. Son todos esos discos de vinilo rallados que permanecen apilados en cajas porque su dueño ya no sabe qué hacer con tantos recuerdos pero tampoco es capaz de deshacerse de ellos.
Olvidar quizá sea no recordar cómo sonreír ante lo que un día no nos dejaba recordar cómo se dejaba de hacerlo. Poner flores y adornar tu propio jardín sin esperar que nadie más lo haga. No es dejarse la piel algunas noches en desconocidos que no vamos a permitir que nos conozcan nunca y tampoco es cerrar los ojos a las circunstancias. Puede que sí sea dejarse desangrar un poco, pero sólo lo justo y necesario para curarse las heridas.
Olvidar es un cajón lleno de fotografías revueltas ya carentes de magia y sentido.
Olvidar es cogerse de la propia mano, agarrarse a sí mismo, aferrarse, abrir los ojos y emprender la ida incluso sin una firme declaración de despedida.

2 comentarios:

  1. Lo he leído en alguien que puso en boca suya tu relato. Sospeché, di con la cuenta de sus actos y vine aquí, 'a ver que esto existe'. Y su autora, con su relación real con la experiencia, triste, pero hermosa, de olvidar con la memoria, y recordar con el corazón.

    Me parece precioso... Muchas felicidades.

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    1. Siento muchísimo la tardanza, he entrado poco por aquí y la última ve que lo hice no me fijé bien y perdí la oportunidad de toparme con tu comentario.
      Como podrás observar no tengo muchos comentarios pero los pocos que tengo son bien especiales y el tuyo, pese a que me parece triste la acción de esa persona, me ha llegado con tus palabras.
      Gracias por 'ver que esto existe', por tomar un poco de tu tiempo para encontrarlo y hacerme llegar tu pensamiento sobre él. Gracias porque por detalles así sigue siendo bonito plasmar aquí algunas de las cosas que no sé cómo decir y sólo me sal escribiendo.

      PD: 'Olvidar con la memoria y recordar con el corazón'. Me guardo esta frase tuya con especial cariño.

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