miércoles, 21 de octubre de 2015

Al infierno personal de tu tuétano.

He pedido tan poco
que lo poco que pido ahora
es poder beber a morro la cerveza
de tus labios.
He perdido tanto
que cualquiera me trataría de náufraga
en tus pecas
y de superviviente
en tus ojeras.
Y si yo fuese,
jugaría a ser gato
y te arañaría la tristeza que provocan
los domingos y tomar café sólo.
Te curaría de las mordeduras
de otras fieras salvajes
que te quisieron arrancar la piel
a través del alma.
Para entonces te cogería de la mano
arriesgando
(o salvando, según se mire)
cada latido
saltándonos semáforos en rojos.


Deberías saber que habría parado
con la yema de los dedos
una tercera guerra mundial en tu espalda.
Habría sido de vértigo darte un beso
y habría bailado en tus pestañas
hasta quedarme dormida.
Habría afilado las uñas
para agarrarme bien
al precipicio de tus caderas
y me habría quedado
a ver la vida pasar
en el infierno personal de tu tuétano.


No son mariposas,
son fuegos artificiales
acariciando su brillo
entre tus manos.
Y dos bolas del mundo
incrustadas en tus ojos
que me llevan a cualquier lugar
con sólo soñarte.