miércoles, 10 de enero de 2018

Como si te sobrara la piel.

Desapareciste y, para ser sincera, parecías un huracán.
Fue tan fácil para ti ir formando nudos que me ataran a tu espalda y luego deshacerlos como si te sobrara la piel que un día te besé.
Fue tan ordinario originar tal estruendo con mis esquemas, porque se los lanzaste contra la cara al olvido.
Y luego caminabas de puntillas por encima de cada una de las veces que soñé con tus ojos, por cada una de las veces que me lancé de cabeza.

Yo, que nunca supe escalar acantilados, quise equilibrar mis esperanzas en cada una de tus costillas.
Yo, que nunca supe cómo deshacerme de lo desecho, quise hacerme pedazos contra tus labios.
Yo, que siempre fui por ahí agarrándome el corazón, quiero arráncarmelo del pecho por cada vez que me temblaron las piernas.
Yo, que siempre enfríe mis sentimientos, quise compartirlos con tus caricias.
Yo, que nunca fui más que mis demonios, les dejé bailar sobre tus mentiras.
Yo, que nunca me dejé llevar, quise naufragar en tus miedos.

Quién lo diría.
Yo, que fui fiel a lo que dijo Sabina sobre "esta vez yo quería quererla querer".
A pesar de los traspiés.
Nunca supe cómo quería que te hicieras feliz.
Nunca supe cómo empujarte el corazón sin herirme.
Nunca supe cómo quererte sin acabar magullada.
Pero sí supe aprender de tus susurros a medianoche.
Supe dejar de enfrentarme por tus ideas y venidas.
Y supe, ante todo, a quererte de lejos porque tú no aprenderías a quererme de cerca.




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