martes, 18 de noviembre de 2014

Un as bajo la manga.

Me hubiese encantado dormir esta noche rendida
a tus caricias en mi espalda.
Tener una pesadilla
y buscar acto seguido tu mano
y encontrarla.

Hubiera repartido mis ganas
de quererte
en tu boca.
De algún modo, me he deshecho
en el filo de tu infierno
y
no hay manera de volver atrás.

Me siguen quedando ruinas atroces
que podrías ir empezando
a modelar
a tu gusto, si puedes.
O al menos intentarlo.
Ya sabes,
chocar con tu cadera
y temblar.

No eres justo el ajuste
que necesita mi vida
para estar ajustada,
pero ven.
Ven a llenarme
de vicios sin salida de emergencia
-de ti-
y vacíame
de plataformas inseguras
y
barrancos de vértigo.

Toquemos fondo:
la tierra sobre nuestra cabeza,
el cielo bajo los pies.

Susurros de alguna que otra letra
de Extremoduro
los domingos
en mi oído y en tu oído,
en un bar,
con una cerveza.
Y coincidir.

Hubiese sido más fácil
caminar por ahí
con ojeras que llevan tu nombre.

Complicidad bajo las sábanas
y
bocados en la vía pública.


Por si mañana no estás
al otro lado del metro,
seguiré teniendo la esperanza
de guardarme un as
bajo la manga
-tu sonrisa-.

No olvido que
volamos en direcciones diferentes,
pero surcamos el mismo cielo.
Nos podríamos volver a cruzar,
por equivocación
o
por intención.

Aquí me quedo,
con una risa subtitulada
bañada por la luz de la luna.
Aquí me quedo,
en noviembre
con las manos congeladas
y el corazón rasgado.

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