viernes, 15 de junio de 2018

Por tu ring personal.

Aprendí canciones que me hicieron sonreírte.

Casi sin tener ni idea juré haberte besado los costados para curarlos. Y, entonces, me paseé en bragas por tu ring personal para disimular las cicatrices.

Todavía me duele bailar cuando me roza tu respiración, como si armara un rompecabezas del que tiré una pieza porque nunca me encajaste. Y todavía tengo frías las manos mientras me arde la garganta de todo lo que no dije "por si acaso": por si acaso no volvías a abrazarme las heridas, por si acaso no me mirabas como si tuviéramos una guerra pendiente en tu espalda, por si acaso no aparecías cuando debías irte.

Y se me olvidó derrumbar mis "qué dirán", destaparme las dudas para que respiraran, abrazarme las heridas después de una guerra en tu espalda cuando debías irte.

Porque después de la guerra no siempre viene la gloria. No siempre la batalla ha de ser generosa y devolverte lo que te pertenece -y la tuya nunca lo hizo-.

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